Después de visitar la bahía las expectativas obviamente estaban por las nubes. Nos comentaron que había un pequeño pueblo que simulaba la bahía pero en vez de islotes salidos del mar, éstos sobresalían campos de arroz.
Llegamos destrozados, ya que tuvimos que madrugar de nuevo para llegar hasta Ninh Binh, ciudad cercana al pueblo de Tam Coc, dónde el autobús nos dejó en medio de una carretera sin fin, así que como no después de una larga caminata con la mochila al hombro conseguimos llegar a la zona de la pagoda, donde nos alojamos.
Nos levantamos muy pronto, cogimos una barquita por el río Ngo Dong y una mujer nos llevó remando con los pies, muy curioso...como si de una bicicleta se tratara.
Coger la barca a primera hora de la mañana fue todo un acierto ya que evitamos la avalancha de turistas procedentes de Hanói.
Fue un paseo totalmente contemplativo y relajante. Atravesamos las famosas cavernas y vimos las técnicas rudimentarias de pesca de los autóctonos.
Después del paseo en barca y con las energías a tope decidimos que ya hora de moverse y empezar a viajar hacia el centro del país, concretamente a Hué. Unos mototaxis nos llevaron hacia a la estación de tren. Compramos el billete y nos sentamos en los duros asientos sabiendo que nos esperaban 14 duras horas de tren. El viaje fue toda una odisea, todo el mundo durmiendo por el suelo, salían una especie de bichitos que simulaba o eran pequeñas cucarachas y el olor del vagón no era de perfume precisamente...
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