Caminamos hacia la estación donde compramos los billetes para ir hacia Vang Vieng, un pueblecito con un encanto inesperado, pues al bajarnos del bus en lo que era una antigua pista de aterrizage nos quedamos sorprendidos con los enormes karsts de piedra caliza que nos rodeaban.
Después de estar caminando un buen rato para encontrar el alojamiento con las vistas más ideales topamos de nuevo con una antigua granja con bungalows orientados hacia los karsts.
Disfruamos de nuestro alojamiento viendo un bonito atardecer desde nuestra terraza. Nos fuimos a descansar pronto para sacar el máximo partido al día siguiente.
Decidimos recorrer la zona a pie junto con un buen mapa, caminando entre los enormes campos de arroz donde se levantaban los gigantescos karst en el horizonte, en busca de cuevas.
Visitamos unas cuevas dónde se hallaba un buda estirado en la zona de la entrada. Pero nos adentrarnos más en las cuevas que eran immensas y sobretodo muy oscuras y no teníamos absolutamente nada de luz excepto un mechero de esos que llevan una linternita incorporada. Afortunadamente nos acoplamos a una pareja de franceses que llevaban guía y pudimos hacer una espléndida visita de gorras a la cueva.
Después de explorarlas nos pegamos un refrescante baño en una laguna azulada, dónde se podía saltar desde un arbol y refrescarnos un rato.
De camino nos encontramos a un adorable lugareño que nos sugirió que fuésemos a la cima de una montaña donde se respiraba un abrumador silencio con unas increibles vistas. No lo dudamos. Después de un agotador ascenso a la cima llegamos, muy sudados y cansados.
Viendo esta espectacular panorámica no hace falta que os digamos que valió la pena.
Bajamos la montaña y fuimos a comer/cenar y pudimos ver esta bonita puesta de sol. Día donut.
1 comentarios:
expectacular nois...
Publicar un comentario