lunes, 2 de mayo de 2011

LLegada a Christchurch, primera parada Kaikoura

Casi siempre que hablamos de vuelos decimos: " Vuelo sin problemas...y  aterrizamos en...". 
Pues esta vez hubo problemas y por suerte solo se quedó en una anécdota. El avión empezó a descender para aterrizar, hasta ahí todo normal pero cuando ya estaba casi con las ruedas de aterrizaje en el suelo notamos que éste empieza a coger altura de nuevo y despega otra vez, nos dicen por megafonía que no hay nada de lo que alarmarse que ha habido un error de aproximación, vaya que el piloto se equivocó de destino!jaja! Si,si como leéis! Quien sabe quizás estuvieron a punto de dejarnos en el aeropuerto de una isla super paradisíaca...!
Bueno al grano, aterrizamos, esta vez con normalidad, en Christchurch, la ciudad dónde hace ya unos meses hubo ese fuerte terremoto. Dormimos como pudimos en el aeropuerto y a la mañana siguiente fuimos en búsqueda de nuestra furgo que nos iba a acompañar para las siguientes tres semanas más o menos!

Condujimos unos 200 km hasta llegar a Kaikoura y el paisaje era increíble, montañas repletas hasta la bandera de ovejas y la tonalidad del color de las hojas de los árboles espectacular. Al ser otoño vimos bosques con tonalidades amarillentas y rojizos preciosos!

Hay más ovejas que habitantes!!!
Ya con ganas de ponernos a caminar, el primer día fuimos a un mirador dónde las vistas eran sublimes, a nuestra izquierda una bahía, a nuestra derecha otra y en el horizonte se alzaban una cordillera de montañas, los alpes neozelandeses dónde la cima estaba completamente nevada. Parecía increíble ver el mar y la nieve tan cerca, pero si era cierto. 

Esther a la izquierda y nuestro hogar Kiwi a la derecha

A la mañana siguiente nos despertamos y desayunamos ante los picos nevados y el mar, todo un espectáculo.


Fuimos a caminar y a avistar focas en una colonia repleta de focas todas ellas tomando el sol tan plácidamente.


Volvimos por un camino que recorría por encima de los acantilados y las vistas no podían ser mejores.


Luego nuestra intención era coger un barco para avistar ballenas pero debido al fuerte viento y oleaje decidimos posponerlo para el día siguiente. Y a las 7:15 de la mañana ahí estábamos puntuales como un clavo y con un sol radiante y una bonita salida de sol previa.


Después de pagar un dineral, nos montamos en una lancha enorme. Navegamos unos veinte minutos y al momento el capitán avisó que saliéramos a la cubierta de estribor que había una ballena, nos quedamos perplejos al ver una criatura de tales dimensiones a menos de cinco metros de nosotros. 
Según nos explicaron las ballenas se mantienen en la superficie unos diez minutos para alimentarse de todo tipo de especies marinas. Fue inexplicable ver como se sumergen de nuevo y levantan su enorme cola dejando una estampa marina de lo más bonita.


Estuvimos navegando como media hora larga sin ver más ballenas y ya cuando la paciencia se nos estaba acabando y pensábamos que sólo íbamos a ver una ballena en todo el tour (que ya nos comentaron que eso podía ocurrir), salió a la superficie una de las ballenas más grandes de la zona, medía más de 17 metros, resultó increíble ver la potencia de su respiración y todo el agua que salpicaba, como si de una fuente se tratase.


Luego el capitán del barco se estiró y nos llevó a avistar a unos divertidos delfines que no paraban de saltar y jugar por delante de nuestro barco.


Con una sonrisa de lado a lado regresamos a tierra dónde nos esperaba una simpática foca posando para nosotros.

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